Ni rastro de ojeras.
Implacable coartada en
edición:
también la angustia se
retoca.
Papel impermeable y reciclado
que cura el frío y la
inocencia,
la pose congelada que
contemplas
no inmortaliza el seísmo.
Tanta iluminación nos
reconforta.
Sin flash, momia la luz,
la habitación nublada te
condena:
el chico de la sonrisa te
apuñala.
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